Saltar la navegación

El modelo modal (Atkinson y Shiffrin)

Sin duda alguna, el prototipo más influyente de la categoría “modal” ha sido el modelo propuesto en 1968 por Richard Atkinson y Richard Shiffrin, de la Universidad de Stanford. En esencia, dicho modelo distingue dos dimensiones fundamentales: las características estructurales y los procesos de control.

  • Las características estructurales hacen referencia a los componentes invariantes y permanentes del sistema de memoria, y se concretan en tres almacenes diferentes: los registros sensoriales, el almacén a corto plazo (ACP) y el almacén a largo plazo (ALP).
  • Los procesos de control, por su parte, se refieren a las actividades de carácter eventual o transitorio a las que
    recurre el sujeto para controlar el flujo de información, esto es, para operar sobre la memoria y controlarla; por ejemplo, los procesos de atención selectiva, repaso, rastreo, búsqueda, codificación, selección de claves para la recuperación a largo plazo, reglas de decisión, etcétera.

En síntesis, la dinámica de este modelo implica que la información del ambiente entra en el sistema de procesamiento a través de los almacenes sensoriales, donde se produce un registro inmediato del input en la dimensión sensorial correspondiente. Estos almacenes de memoria son, en efecto, de modalidad específica, por lo que existen tantos registros sensoriales separados como modalidades sensoriales hay (visión, audición, olfato, etc.). Una vez que la información ha entrado en el registro sensorial, se produce una exploración o barrido (scanning) de esa información, bajo el control del sujeto, al tiempo que se lleva a cabo un proceso de búsqueda de asociaciones en el ALP. La información seleccionada, como resultado de la exploración y la búsqueda, es transferida al ACP. La información no seleccionada se  pierde rápidamente por un proceso de decaimiento. Así, el contenido de los registros sensoriales está sujeto a un decaimiento rapidísimo, del orden de milisegundos, a menos que sea transferido al ACP.

Alba Nájera Escudero. Modelo modal de Atkinson y Shiffrin (CC-BY-SA)

Los registros sensoriales tienen tres características básicas: son memorias sensoriales específicas de la modalidad sensorial (si el input es visual, el contenido será de naturaleza visual; si auditiva, de naturaleza auditiva, etc.), su capacidad es virtualmente ilimitada y su tiempo de retención de la información es extremadamente corto (entre 0,5 y 4-5 segundos, según las modalidades). Una vez en el almacén a corto plazo o ACP –el segundo componente básico del sistema– la información recibe atención y el suficiente procesamiento como para ser categorizada y reconocida. Este segundo componente es considerado como la “memoria de trabajo” (working memory) del sujeto, cuya característica más destacada es su limitada capacidad. Se asume que toda la información que entra en el ACP desaparece rápidamente por un proceso de desplazamiento, a menos que el sujeto la someta a un proceso de repaso. No obstante, la tasa de olvido del ACP es sensiblemente menor que la del registro sensorial. Aunque es difícil de estimar, el olvido se supone que ocurre en un período de tiempo comprendido entre los 15 y los 30 segundos. Esta pérdida de información depende claramente de los procesos de control del sujeto.

En este almacén, el control es ejercido fundamentalmente mediante el repaso de la información. Cuando el sujeto decide repasar determinada información, crea un bufer o “retén de repaso” –una especie de bucle de repetición–, que no es un componente estructural más sino un proceso. Los ítems que entran en este bufer o retén, pueden permanecer allí más tiempo del habitual, con la peculiaridad de que cuanto más tiempo permanezcan mayores probabilidades tendrán de ser transferidos al ALP. De hecho, la transferencia de información desde el ACP al ALP sólo se puede producir mientras los ítems están en el retén de repaso, con la salvedad de que dicha transferencia no altera su mantenimiento en el ACP. Lo cual significa que, inmediatamente después de que la información ha entrado en el sistema de memoria, el recuerdo o el reconocimiento de dicha información se puede llevar a cabo a partir de su representación en el ACP o de su representación en el ALP.

Respecto a la naturaleza de la información retenida en el ACP, ésta no depende necesariamente de la forma del input sensorial. De modo que, por ejemplo, información presentada visualmente (como letras, dígitos, palabras, etc.) puede ser codificada y almacenada en el ACP en un formato fonológico o auditivo-verbal-lingüístico. El ACP estaría definido, por tanto, por las siguientes características: memoria de capacidad muy limitada, tiempo de retención breve (entre 15 y 30 segundos) y codificación preferentemente de naturaleza fonológica o “auditivo-verbal-lingüística”.

Por último, la información que entra en el almacén a largo plazo (ALP) se considera como relativamente permanente, a pesar de que, en determinados momentos, esté inaccesible. La capacidad de este almacén, frente a la gran limitación del ACP, no tiene límite conocido y la información es codificada, básicamente, en términos de sus características semánticas. En opinión de sus proponentes, la función del ALP sería explorar (o rastrear) la información que entra en los registros sensoriales y proporcionar almacenamiento a la información proveniente del ACP.

Como se puede observar en la figura anterior, también está representada la posibilidad de una transferencia directa desde el registro sensorial al ALP, aunque, como señalaron los autores, “no sabemos si dicha transferencia se produce”. Por último, en dicho modelo se admite la transferencia de información, desde el almacén a largo plazo al almacén a corto plazo, bajo el control del sujeto, para representar lo que ocurre, por ejemplo, en procesos como la solución de problemas, la comprobación de hipótesis o el “pensamiento”, en general. Creo relevante, finalmente, recoger la matización que Atkinson y Shiffrin hacen respecto a lo que ellos entienden por “flujo de información” o “transferencia entre almacenes”. Ambos términos se refieren al mismo proceso, que consiste en “el copiado de información seleccionada de un almacén en el siguiente. Dicho copiado –continúan diciendo– tiene lugar sin que la información transferida sea retirada de su almacén original, ya que ésta se mantiene en el almacén desde el que es transferida y se pierde de acuerdo con las características de decaimiento de ese almacén” (p. 94).

En opinión de Vargas (2010), estas observaciones ayudan a entender mejor algunas cuestiones mencionadas. Por ejemplo, por qué cuando se hace referencia a los contenidos informativos de los registros sensoriales, por un lado, y del almacén a corto plazo, por otro, se dice que la información que entra en cualquiera de esos almacenes se pierde rápidamente (en cuestión de milisegundos en los primeros, en pocos segundos en el ACP) si el sujeto no recurre a un proceso de control concreto (transferencia en el primer caso, repaso en el segundo). O por qué –y esta otra observación me parece más interesante aún– la transferencia desde el ACP al ALP a través del repaso no altera el contenido del ACP y, consecuentemente, el recuerdo o el reconocimiento pueden estar mediatizados por las representaciones del
ACP o del ALP.

La predominancia de los atributos estructurales básicos de este y de otros modelos de la época dio lugar a que términos tales como modelo de dos almacenes, modelo multialmacén o modelo de almacenes separados fuesen aplicados a todos los modelos de la categoría “modal”.


En resumen, el modelo de memoria de Atkinson y Shiffrin es de naturaleza esencialmente estructural ya que, si bien incluye aspectos funcionales como los procesos de control, éstos tienen un carácter claramente subsidiario con respecto a las estructuras subyacentes. Es cierto, no obstante, que, tres años más tarde, estos mismos autores propusieron un nuevo modelo en el que los procesos de control pasaban a un primer plano, pero esto sucede en un momento en el que los investigadores de la memoria habían ido acumulando evidencia en contra del “modelo modal” y, además, estaban cada vez más convencidos de que la simplicidad y artificialidad de este tipo de modelos representaban un freno en su intento por entender y explicar la arquitectura funcional del sistema humano de memoria. Corren los primeros años de la década de los setenta del pasado siglo y aquel ambiente de insatisfacción creciente no sólo va a frenar la continuidad del punto de vista estructural, sino que va a ser especialmente receptivo con una propuesta que, enfatizando el papel de los procesos y minimizando el de las estructuras, va a introducir un cambio relevante en la concepción de la memoria: tal propuesta fue presentada por Craik y Lockhart, y será analizada a continuación.

Ruiz-Vargas, 2010. Manual de Psicología de la Memoria. Síntesis

Creado con eXeLearning (Ventana nueva)