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El baúl de los recuerdos

Si bien los principios básicos que subyacen las bases biológicas de la memoria son reveladores, por sí solos nos permiten comprender por qué personas como Clive Wearing pierden la capacidad de generar nuevos recuerdos después de una lesión cerebral. ¿Qué clase de daños sufrió el cerebro de Clive Wearing como para conservar su memoria de trabajo, pero no conseguir almacenar prácticamente nada de los que pasaba por ella en su memoria a largo pazo? Mediante técnicas de imagen por resonancia magnética, los neurólogos pudieron descubrir los estragos que el virus había provocado en el cerebro de Clive. En especial, la infección había dañado sus lóbulos temporales y; más concretamente, había -destruido una estructura conocida como «hipocampo» en ambos hemisferios cerebrales.

CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, via Wikimedia Commons

El hipocampo debe su nombre a Giulio Cesare Aranzio, anatomista italiano de siglo XVI que, al diseccionarlo, apreció cierta semejanza con la forma de un caballito de mar. En griego antiguo, hippókkampos era el nombre de este extraño pez, cuyo aspecto recuerda al de un caballo (Híppos) con cuerpo de monstruo marino (Kámpos). La imp­ortancia de esta estructura cerebral y de sus regiones colindantes para la memoria era desconocida hasta me- diados del siglo xx, a pesar de que algunos investigadores de principios de siglo ya sugirieron cierta relación entre hipocampo y memoria. Por aquel entonces, el saber con­vencional le atribuía básicamente funciones relacionadas con las emociones. Con razón, en 1953 el neurocirujano William Scoville se atrevió a recomendar la extirpación bilateral de buena parte de los lóbulos temporales -in­cluyendo el hipocampo- a un paciente de veintisiete años que sufría una· epilepsia severa y discapacitante, con el fin de librarle de los frecuentes ataques que padecía. Este paciente se convertiría en uno de los casos más famosos de la neuropsicología de la memoria: el paciente H. M. (a quien hoy conocemos por su nombre completo, Henry Molaison).

Cuando Henry tenía siete años, sufrió un aparatoso accidente con su bicicleta. No se sabe con seguridad si ese hecho causó su epilepsia, pero fue a partir de entonces cuando empezó a sufrir ataques con cierta periodicidad. Al principio se trataba de crisis menores, en que la activi­dad neuronal anormalmente excesiva que las caracteriza se limitaba a una parte del cerebro, pero, a partir de los dieciséis años, los ataques fueron a por, ocurriendo cada vez con mayor frecuencia y severidad. Al cumplir los veintisiete, Henry era incapaz de llevar una vida normal. Por eso decidió someterse a la arriesgada operación que Scoville sugirió: extirparle las regiones del cerebro donde parecían tener origen sus terribles crisis epilécticas, a riesgo de sufrir algún daño colateral imposible de prever por aquel entonces. 

Tras la intervencion, la buena noticia para Henry fue que su epilepsia mejoro sustancialmente, aunque no del todo. La mala noticia, sin embargo, fue que a partir de entonces perdió la capacidad de generar nuevos recuer­dos. En efecto, el desafortunado caso de Henry Molaison nos enseñó que sin hipocampo -y otras regiones colin­dantes-, las experiencias no consiguen dejar huella en nuestra memoria a largo plazo. Eso es precisamente lo que le ocurrió a Clive Wearing tres décadas más tarde, aunque en su caso fue un virus lo que destruyó su hipo­ campo a ambos lados del cerebro.

El hipocampo y algunas de sus estructuras adyacentes son clave para que las cosas que pasan por nuestra mente dejen rastro en la memoria de forma instantánea, y tam­bién para que consigamos recuperarlas después. Pero el motivo de ello no es que estas regiones cerebrales alma­cenan nuestros recuerdos y conocimientos. Antes decíamos que los recuerdos se plasman en las regiones del cerebro que presentan nuestras percepciones y experiencias. Estas regiones se distribuyen a lo largo y ancho de la corteza cerebral, en diferentes áreas especializadas según el tipo de información. Por ejemplo, los estímulos de tipo visual se codifican en la corteza visual, 

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